Francisco Villa. Los orígenes del mito
Por Carlos Betancourt Cid
Investigador del INEHRM
Si entre los protagonistas del movimiento revolucionario que se inició en 1910 existe uno rodeado de leyendas y mitos, sin lugar a dudas, ése es Pancho Villa. Su origen y primeros años se encuentran irremediablemente envueltos en un halo de misterio que, como lo han enunciado varios de sus biógrafos, fue creado y difundido por él mismo. Múltiples anécdotas, que se contradicen entre sí, constituyen un cúmulo de difícil acceso para aquellos interesados en su trayectoria. Por eso, en esta ocasión no hablaremos propiamente de Historia, sino que la tarea será abocarnos a rastrear en la trama que entrecruza el rumor y el enigma, para dilucidar algunas percepciones que sobre los umbrales de este eminente personaje han quedado plasmadas en la memoria.
Siendo los documentos la principal fuente para reconstruir lo sucedido, comencemos citando dos, en los que se incrusta el principio del mito. Me refiero al acta de nacimiento y a la fe de bautismo de José Doroteo Arango Arámbula, nombre primigenio de quien al paso del tiempo, bajo el cobijo de un seudónimo que germinó hasta alturas inimaginables, será el famoso líder revolucionario. En ambos se asienta como fecha de nacimiento el 5 de junio de 1878, lo que coincide con la celebración de la efeméride. Sin embargo, una leve inconsistencia en estos testimonios despierta la duda. En el pliego oficial del registro civil se lee Faustina Vela en el renglón correspondiente al nombre de la abuela paterna del susodicho, mientras que en el expedido por la parroquia de San Juan del Río, se le reconoce como Feliciana. Quizá sea solamente un error de transcripción, pero también podría tratarse de un indicio relacionado con la manipulación posterior que habría sido practicada sobre estas evidencias, ordenada por el propio Villa, con la intención de patentizar un pasado transparente y, de paso, fortalecer la idea de legitimidad concedida a su padre Agustín Arango Vela. Y decimos que con el afán de demostrar que era producto de un matrimonio bien establecido, pues uno de los asuntos que es casi imposible desentrañar de su biografía es precisamente el de su origen biológico, inmerso también en un flujo de informaciones que, más que ayudar a comprender al personaje, lo ensombrecen.
Valgan dos ejemplos relacionados entre sí. Con suma vehemencia, Adolfo Carrasco Vargas, primer cronista de Hidalgo del Parral, quien hasta hace poco podía ser encontrado en el Museo Francisco Villa en esa población, afirma que la paternidad de Doroteo debe ser atribuida al dueño de la hacienda “Ciénega de Basoco”, Luis Fermán, a quien señala como “judío-alemán”. Para ratificar su dicho, don Adolfo asume que esto se debió al comportamiento conocido en aquellas épocas como “derecho de pernada” y que no es más que el “beneficio” que obtenía el hacendado sobre las mujeres recién casadas, por hacerse cargo de los gastos de la boda, para pasar la primera noche con la desposada. Por esta costumbre, en la mayoría de los casos, los primogénitos de la peonada resultaban ser hijos del patrón. Y de entre sus otros hermanos (dos hombres, Antonio e Hipólito, y dos mujeres, Mariana y Martina) Doroteo era el mayor. En el mismo tenor, en una investigación reciente, un destacado historiador villista, Rubén Osorio, ha tratado de esclarecer esta aseveración mediante el método de rescate oral aplicado entre los descendientes del hacendado, quienes se reservaban los pormenores al respecto como un “secreto de familia”. Lo cierto es que las pesquisas del doctor Osorio aportan mucho en cuanto a la verosimilitud del hecho e incitan a profundizar en él.
Pero más allá de la comprobación de esta circunstancia, en el océano de rumores que avasalla las playas de la vida de Villa, se le ha considerado como colombiano, centroamericano, e incluso estadounidense, sin que tales afirmaciones descansen en un sustento académico.
Otra muestra de estas exageraciones se halla en un panfleto casi desconocido, que fue redactado por un soldado norteamericano llamado Kennedy, allá por 1916, cuando se verificaba la conocida como “expedición punitiva”, que buscó reprender al Centauro del Norte por la famosa incursión violenta a Columbus, Nuevo México. El pequeño libro se titula The Life and History of Francisco Villa. The Mexican Bandit, y debió ser distribuido entre los mílites estadounidenses apostados en México, con la intención de exacerbar el odio contra el guerrillero que se atrevió a profanar su suelo nacional. En el relato, totalmente ficticio y lleno de historias insostenibles, se pretende evidenciar que Doroteo Arango (apellido que el capitán Kennedy transcribe como Arranzo) era un desalmado criminal, quien, sin ningún remordimiento mataba, violaba y robaba a todo aquel que se le atravesara en el camino pero, especialmente, a los que ostentaran la nacionalidad de las barras y las estrellas. En cuanto al origen paterno del guerrillero, sin dejar de decir que podría descender de un oriundo mexicano, el autor suelta el rumor de que el verdadero padre de Villa habría sido de raza negra, sin proporcionar elementos convincentes para verificar su revelación, pero con la mira de denigrarlo por medio de discernimientos racistas.
No obstante esta conjetura, una media filiación que se encuentra en el Archivo Histórico de Parral, fechada en 1907, cuando se le perseguía por sus correrías como asaltante, lo describía de la siguiente forma: “DOROTEO ARANGO es de 30 ó 32 años, parece ser originario de San Juan del Río o de algún punto de ese Partido, donde ha estado procesado por los delitos de robo y homicidio, así como por fuga de la cárcel de la Cabecera de aquel Partido. Es alto, de complexión robusta, güero, ojos verdes, [el énfasis es nuestro] barba cerrada, boca chica, nariz ancha, carirredondo, […] y últimamente montaba un caballo de color obscuro”, retrato que mucho se aparta del que tendría el descendiente de un hombre de color.
Con la intención de alejarnos de las especulaciones que genera este espinoso asunto, terminamos este breve acercamiento con una reflexión. Quedan en el marco de la leyenda, sin poderse inscribir en los derroteros de la Historia, los precoces episodios de la vida de Doroteo Arango, el hombre que por diversas circunstancias se trasladó a la clandestinidad para encararse con un régimen que lo oprimía. Al asilarse fuera del marco de la ley, se despertó su rebeldía. Cuando decidió ya no ser más Doroteo, escogió apodarse Francisco Villa y bajo este seudónimo se lanzó a combatir los pesares de la injusticia. Murió Arango y nació el espíritu implacable, venturoso, incontenible, que avivó la flama revolucionaria con una fortaleza tal que, antes de 1910, nadie podía sospechar que manaría.
Lunes 20 de junio de 2022 14:41:54
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