Alfonso García Robles, la diplomacia mexicana en favor de la paz mundial
Elsa Aguilar Casas
INEHRM
En la historia del Premio Nobel se encuentran inscritos los nombres de tres mexicanos que, cada uno desde su trinchera, ha hecho una aportación importante a la humanidad: el embajador Alfonso García Robles, el escritor Octavio Paz y el químico Mario Molina.
El Premio Nobel es el más alto reconocimiento que un ser humano puede recibir. Es una distinción que se otorga anualmente a las personas que realizan investigaciones o descubrimientos sobresalientes, que llevan a cabo el mayor beneficio para la humanidad, o que hacen una contribución notable a la sociedad. Este premio se instituyó como la última voluntad del inventor e industrial sueco Alfred Nobel, quien, en su testamento, firmado el 27 de noviembre de 1895, asentó que cada uno de los laureados sería condecorado con una medalla de oro, un diploma y una suma de dinero. Las categorías a las que se otorga la distinción son: física, química, fisiología y medicina, literatura, economía y paz.
La decisión para seleccionar a los premiados no debe ser sencilla, pues, pese a los problemas entre humanos y a los conflictos entre las naciones, son muchos los hombres y las mujeres que dedican su trabajo y su tiempo a crear, a inventar y a buscar solución a determinados problemas. La competencia, sin duda, es fuerte.
El primer mexicano en formar parte de ese distinguido grupo de personas que han sido condecoradas con tal distinción fue el embajador Alfonso García Robles, quien en 1982, junto con la embajadora sueca Alva Myrdal, recibió el Premio Nobel de la Paz, el cual se otorga "a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz". Y se les premió por ser "dos personas que, durante años, han jugado un rol central en las negociaciones de desarme en la Organización de las Naciones Unidas (ONU)", pero del mexicano, en particular, se dijo que "él ha sido la fuerza detrás del acuerdo que declaró a América Latina una zona desnuclearizada". Qué noticia tan grata en medio de la complicada situación que se vivía en México por causa de la crisis financiera de ese año.
Originario de Zamora, Michoacán, García Robles nació el 20 de marzo de 1911. Estudió derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México, realizó estudios de posgrado en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de París, y un diplomado en la Academia de Derecho Internacional de La Haya, Holanda. Inició su carrera diplomática en 1939, cuando ingresó al Servicio Exterior Mexicano, ocupando el cargo de tercer secretario de la legación de México en Suecia, apenas un mes después del inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Su hoja de servicio es extensa: fue director de la División General de Asuntos Políticos de la Secretaría de las Naciones Unidas y del Servicio Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores; director del Departamento de Europa, Asia, y África de la misma secretaría, subsecretario de Relaciones Exteriores de México, y representó a México ante el Comité de Desarme y ante el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, con sede en Ginebra, entre otros cargos.
Durante muchos años, prácticamente durante todo el siglo XX, la diplomacia mexicana fue reconocida, respetada y admirada por estar sustentada en una política exterior de principios ampliamente conocidos por sus esfuerzos en la búsqueda de la paz, la justicia y el respeto entre todos los pueblos. Orgullosamente, en nuestra historia hemos contado con diplomáticos de primera línea que dejaron un importante legado no sólo para México, sino para el mundo entero, y que con su trabajo lograron posicionar a la política exterior mexicana en ese honorable lugar que llegó a tener. De unos años la fecha, como es bien sabido, esa situación cambió, pero ese es otro tema.
A lo largo de toda su carrera diplomática, Alfonso García Robles fue un defensor de aquellos principios rectores de la política emanada desde la Secretaría de Relaciones Exteriores; más aún, el michoacano supo enriquecer esos ideales con sus propias aportaciones, con su trabajo cotidiano y con su presencia en las tribunas más importantes del mundo en momentos cruciales del devenir histórico internacional. Negociador, hábil, sagaz y talentoso, así era el embajador Alfonso García Robles.
La mayor parte de la trayectoria del embajador mexicano transcurrió durante la segunda mitad del siglo pasado, es decir, cuando el mundo vivía el conflicto político-ideológico conocido como la Guerra Fría, que inició con el fin de la Segunda Guerra Mundial y concluyó con la caída del régimen soviético. Eran años de una terrible tensión internacional, el mundo estaba dividido en dos bloques: el oriental-comunista, que lideraba la Unión Soviética, y el occidental-capitalista, que encabezaba Estados Unidos; ambas potencias ejercían todo el peso de su poder en cuanto a cooperación militar y económica en el contexto internacional.
Aunque nunca hubo una acción directa de un bloque contra el otro, la tensión era permanente, y el fétido aroma de la guerra permeaba el ambiente. El mayor temor se vivió durante octubre de 1962, cuando se desencadenó la llamada “crisis de los misiles”, en Cuba, provocada por el hallazgo de misiles nucleares soviéticos en territorio cubano, hecho que puso a temblar al mundo y que activó todas las alarmas, pues el peligro era enorme. En ese ambiente, muchos se ocuparon de poner soluciones al conflicto y en buscar la forma de evitar un nuevo enfrentamiento bélico, luego de las heridas que había dejado la guerra pasada.
Siendo subsecretario de Relaciones Exteriores, García Robles fue el encargado de presidir todas las reuniones para la desnuclearización militar de Latinoamérica, que tuvieron lugar entre 1964 y 1967. Su compromiso fue pleno, su trabajo incansable. Se entregó en cuerpo y alma a estudiar y a discutir el asunto de la desnuclearización y a la elaboración del acuerdo para la proscripción de las armas nucleares. El diplomático mexicano fue una pieza fundamental para concretar un acuerdo y presentar la posición de América Latina frente al problema de las armas nucleares, es decir, para asegurar la prohibición de los armamentos nucleares en todo este extenso territorio, desde México hasta Argentina, y para que los gobierno latinoamericanos no se vieran implicados en ningún conflicto entre las grandes potencias rivales.
La labor de García Robles culminó en el “Tratado para la proscripción de las armas nucleares en la América Latina”, mejor conocido como Tratado de Tlatelolco, firmado el 14 de febrero de 1967. Así, el embajador mexicano veía alcanzado uno de los principales objetivos de su labor como diplomático, pues, afirmaba, "la humanidad enfrenta una elección: detener la carrera armamentista y proceder al desarme o encarar la aniquilación".
Durante el periodo de sesiones del Comité de Desarme, en Ginebra, Suiza, correspondiente a 1967, siendo presidente de la Delegación de México, García Robles, presentó a los representantes de los otros países el tratado recién firmado por los latinoamericanos, mostrando así cómo se podían concertar acuerdos, y presentando el primer ejemplo de proscripción incondicional de las armas nucleares en tierras densamente pobladas. De esa forma, el diplomático mexicano expuso al mundo su vocación pacifista.
La labor de Alfonso García Robles fue intensa. No se detuvo tras conseguir aquel tratado, sino al contrario, se intensificó y permaneció durante mucho tiempo activo en el tema del desarme. Ante las amenazas que ponían en riesgo la paz mundial, el embajador mexicano desempeñó un papel muy importante en la ONU para promover el desarme general. En 1977 fue designado representante permanente de México ante el Comité de Desarme de la ONU con sede en Ginebra, Suiza. Con tanta experiencia adquirida en ese rubro, se convirtió en el decano de los diplomáticos en cuestiones de desarme. Gracias a su trabajo, siempre comprometido con la humanidad, se logró que la primera Asamblea General de la ONU dedicada al desarme, fuera exitosa.
Designado en 1981 como Embajador Emérito de México por el presidente de la República, Alfonso García Robles fue condecorado por diversos países de Europa, Asia, África y, por supuesto, de América Latina, también se le otorgaron varios cargos honoríficos tanto nacionales como extranjeros. Pero recibió el más importante de todos los reconocimientos en 1982, cuando se le otorgó el Premio Nobel de la Paz, que compartió con la también embajadora Alva Myrdal, de Suecia.
Esa premiación demostró que a la comunidad internacional sí le preocupaba el tema de las armas nucleares y que sí había interés en llegar a un acuerdo, en sentar las bases para el desarme, pues de otra manera, el mundo no estaría en paz ni habría convivencia ni armonía entre las naciones.
Como parte de su trabajo diplomático, García Robles escribió varios libros, entre ellos: Le Panaméricanisme et la Politique de Bon Voisinage (1938), Premier Congrès d’Ètudes Internationales (1938), La Question du Pétrole au Mexique el le Droit International (1939), La Cláusula Calvo ante el derecho internacional (1939), El mundo de la postguerra (1946), La conferencia de San Francisco y su obra (1946), Política internacional de México (1946), La desnuclearización de la América Latina (1965), La anchura del mar territorial (1966), El Tratado de Tlatelolco. Génesis, alcance y propósito de la proscripción de las armas nucleares en América Latina (1967) y Tratado para la prohibición de armas nucleares en América Latina.
Escritor, académico, diplomático y pacifista, Alfonso García Robles murió el 4 de septiembre de 1991en la Ciudad de México. Como resultado de su labor en la política internacional, a lo que se dedicó más de 50 años de su vida, dejó un legado para los mexicanos y para toda la humanidad, al ser un incansable luchador por la paz del mundo.
Lunes 20 de junio de 2022 14:43:18
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